Deuda y humo
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En el pasado, era común una forma de gobierno llamada teocracia donde la autoridad estatal y la religiosa se encontraban completamente entrelazadas. En este tipo de organizaciones, los líderes políticos eran también figuras religiosas y se les podía considerar representantes o hasta descendientes de los dioses o incluso, verdaderos dioses. Este tipo de creencias como cualquier otra creencia se basa en la ignorancia, en no saber; ya que, si sabemos algo, por definición, no podemos creerlo.
A diferencia de estas creencias, que por lo general son inculcadas por medio de historias, mitos o cuentos, que explican como un poder divino otorgó este mismo poder al “dios-gobernante”; la creencia general que sostiene el valor de la moneda fiat, tiene un fundamento diferente. Esta historia, está oculta detrás de una cortina de humo, una montaña de términos técnicos, leyes y conceptos financieros que apartan a la mayoría de los creyentes y usuarios del dinero fiat.
La complejidad de este cuento moderno, cumple con la hermética función de evitar que población sea incapaz de entender el sistema monetario moderno, ya que, si lo hiciera, tendría que cuestionarse muy seriamente, si hoy en día, es buena idea depositar su fe y confianza en la unión del estado, ya no con los dioses antiguos, si no, con una fuente infinita de dinero fiat.
"Si la gente entendiera como funciona el sistema bancario, habría una revolución antes de mañana."
Henry Ford
El sistema monetario moderno
En la actualidad la mayoría de las naciones del mundo tienen un Banco Central, el cual se encarga de emitir la moneda de uso local en coordinación con el estado. La cantidad de moneda que se emite, la velocidad a la que se emite y las reglas con las que se emite conforman la "política monetaria". Se determina según las necesidades y requerimientos del Estado para cumplir sus funciones y compromisos presupuestarios; como por ejemplo pagar el salario de los funcionarios de las instituciones públicas, financiar obras de infraestructura, programas sociales y por supuesto, fomentar el “crecimiento económico”.
Una de las formas que el estado tiene para hacer “crecer la economía” es inyectar liquidez, lo cual es otra forma de decir: imprimir más moneda. Esto, con el fin de aumentar la velocidad a la que el dinero fluye a través de los mercados, es decir: aumentar la cantidad de transacciones. Algo así como inyectar agua en un río para que el agua fluya más rápido.
Muchos términos en la economía están relacionados a los fluidos, esta, es conceptualizada como un río circular, donde la inyección de moneda es una manguera de agua que aumenta la velocidad de la corriente. La idea, es que cuando hay dinero disponible las personas gastan y los comercios venden, por lo que estos pueden pagar impuestos al estado y salarios a sus empleados, cuales, a su vez, gastan su dinero en el los comercios.
Pero las leyes de la naturaleza no se pueden obviar si el dinero está ligado al trabajo y la energía, este no puede ser creado de la nada sin pagar un precio. El banco central no regala esta moneda al Estado si no que, como todo banco, la presta. Para ello dispone de dos métodos principales:
1. Un préstamo directo
2. Comprando los “bonos del estado” o “bonos del tesoro”. Estos, son una promesa del Estado de hacer un pago en el futuro por el total del dinero que el Banco Central paga por los bonos.
Para hacer atractiva e interesante la idea comprar estos bonos el estado se compromete a pagar una cantidad de dinero adicional en forma de pagos mensuales, esta cantidad es un porcentaje relativo a el valor del bono y se denomina la tasa de interés. Un bono por lo tanto, no es otra cosa que un préstamo disfrazado, como todos los productos del sistema financiero.
Existen varios tipos de bonos, estos varían en la forma en la que se pagan los intereses. Pero vamos a hacer un ejemplo con un tipo de bono que es fácil de explicar:
Un bono con cupones anuales, de 100 unidades monetarias, con un interés del 5% anual, por 10 años y con pagos cada año. En este caso, el estado se compromete a pagar al Banco Central 5 unidades monetarias cada año, y un total de 50 adicionales a las 100 unidades originales en un periodo de 10 años.
Por lo tanto, la moneda que el Banco Central emite, está respaldada por la promesa hecha por el Estado de: pagar la deuda, más los intereses que comenzaron a existir cuando se creó la moneda. Como en la creación de esta deuda solamente han intervenido instituciones pertenecientes al estado, a esta se le llama “deuda interna”; una deuda entre diferentes componentes del estado.
La moneda fiat en el sistema monetario actual es deuda y la responsabilidad de hacer los pagos recae inadvertidamente en los ciudadanos, los cuales, han sido endeudados para financiar los gastos del gobierno.
Para que la moneda emitida llegue a las manos del ciudadano común, el Banco Central transfiere estos fondos a los bancos comerciales y estos fondos, a su vez, se convierten en reservas bancarias que permiten y respaldan sus operaciones normales. Los bancos comerciales utilizan parte de estos fondos como reservas para otorgar préstamos a individuos, empresas u otras entidades que luego lo utilizarán para sus transacciones, gastos e inversiones.
Para realizar estos préstamos al banco comercial se le pide mantener un coeficiente o proporción (por lo general cerca del 10%) entre las reservas bancarias y la moneda que se otorga. La reserva de los bancos puede existir en forma de bonos, dinero en efectivo, metales preciosos, moneda extranjera y otros tipos de contraparte de valor en el mercado.
La utilización de este sistema implica lo siguiente:
¡Los bancos no prestan reservas, sino que crean depósitos nuevos al otorgar créditos!
Imaginemos un ejemplo práctico de este sistema en funcionamiento:
Teniendo en sus depósitos reservas con un valor de diez unidades de dinero, un banco comercial puede tener una fracción suficientemente grande para prestarle diez unidades monetarias a diez clientes y multiplicar el dinero por diez; o, en otras palabras, con diez unidades de reserva, el banco puede crear cien unidades nuevas para prestar.
Por lo que estos diez clientes adquieren una deuda de diez unidades cada uno y ahora los diez clientes tienen que pagar de vuelta su préstamo más los intereses del préstamo.
¿Y de dónde saca el banco las noventa monedas que faltan?
El banco no las emite, sino que crea dos columnas en sus hojas de contaduría y le dice al deudor: “su dinero está disponible en su cuenta de ahorros, su deuda también está activa…”
A fin de cuentas, el dinero ni siquiera llega a existir en forma física como dinero en efectivo o billetes; el supuesto “dinero” es solo un número en una cuenta bancaria. Además, la “cantidad de dinero” en la cuenta bancaria de ahorros ahora adquiere la cualidad de ser reserva bancaria ¡sobre la cual se puede crear nueva moneda!
“Los bancos no prestan dinero, alquilan humo y lo cobran como si fuera oro”
Anónimo
Implícitamente, el sistema de reserva fraccionaria crea un efecto de multiplicación del dinero, ya que con una pequeña proporción de “dinero real” se puede crear una gran cantidad de moneda fiduciaria. En efecto, el supuesto dinero actúa como un rollo de película que es proyectado por los bancos en forma de moneda, pero la existencia del valor real de esta, es solo una ilusión.
Como en un truco de magia a los bancos se les otorga el poder de crear moneda de la nada al mismo tiempo que se crea una deuda en la que el banco adquiere riesgo mínimo ya que únicamente puso una pequeña porción de su dinero en juego; mientras que si, por ejemplo, una persona hipoteca su casa para adquirir moneda, asumirá un riesgo muy real de perder algo de valor verdadero.
En este sistema, el Banco central también actúa como prestamista de última isntancia para los bancos. Esto significa que en caso de encontrarse en estado de insolvencia para otorgar el dinero en efectivo que sus clientes solicitan, pueden acudir al Banco Central y solicitar los fondos a este. Por lo que, en efecto, el estado tiene la potestad de salvaguardar la estabilidad de los bancos, a costa de los ciudadanos.
El juego que nadie jugaría
Cada país tiene sus propias regulaciones, pero, aunque las letras sean diferentes, el ritmo y los instrumentos pertenecen a un género en particular, podríamos decir que en la mayoría del mundo las instituciones financieras están bailando al ritmo de la misma canción.
Las partituras están disponibles en un texto técnico publicado por la Reserva Federal de Chicago en los años 60 y actualizado en los 90, llamado "Modern Money Mechanics" (Mecánica Monetaria Moderna). Este texto es conocido y citado por los economistas críticos a este sistema, pero también está convenientemente alejado de los institutos de educación no especializados en economía.
Este texto describe el sistema monetario basado en reserva fraccionaria con un tono inofensivo; es frío en su descripción técnica y su carácter institucional le da un tono mecánico, inhumano. Pero en realidad, las palabras de ese texto son un esquema tiene un efecto directo en la humanidad; las personas dentro de este sistema se encuentran en una peligrosa desventaja frente a las instituciones que lo implementan.
En este juego amañado, cada ser humano se ve inadvertidamente jugando sus cartas con las probabilidades en su contra. Cada unidad monetaria que se imprime, cada préstamo que se otorga y cada despilfarro gubernamental, tarde o temprano se transforma en sufrimientos y angustias para las familias, sudor extra para los trabajadores, actos de violecia y sangre que se derramama en la desesperación de una masa de perdedores en un juego que no saben están jugando.
Las razones por las que este mismo modelo es repetido por diferentes naciones al rededor del mundo son tanto de índole prácticas como históricas y las exploraremos muy pronto. Pero las razones por las que el público en general desconoce el contenido son simples: Si analizamos el sistema de reserva fraccionaria encontraremos paralelismos con esquemas fraudulentos y estafas de carácter vil e inmoral.
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