El materialismo de las cenizas
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El consumo constituye uno de los componentes fundamentales en un proceso económico circular impulsado por la búsqueda de la satisfacción de necesidades humanas. Estas necesidades generan la demanda de productos y servicios e incentivan la producción, la cual a su vez genera los empleos y por lo tanto, los ingresos de los trabajadores que consumen los productos, reiniciando el ciclo.
Producción -> Ingreso -> Consumo -> Demanda -> Producción
Uno de los hijos predilectos de la revolución industrial, Henry Ford, no solo popularizó la producción en cadena, sino que también entendió que debía pagar salarios lo suficientemente altos a sus trabajadores para que pudieran comprar los coches que fabrican. Estos conceptos moldearán el siglo XX, el cual se desenvolverá bajo la sombra del círculo virtuoso de producción-consumo.
Si vemos la economía de esta manera, el aumento del consumo es un factor positivo ya que incentiva el flujo de los productos y el dinero. Por el contrario, la disminución del consumo crea estancamiento, los bienes y servicios no encuentran salida, la producción pierde su razón de ser y los trabajos su razón de existir. Por lo tanto, si el consumo fuera una perilla, un economista buscaría tenerla al máximo en todo momento.
Coincidencia de Opuestos
Hasta ahora hemos hablado de crisis inflacionarias únicamente, ya que en los últimos cien años estas han sido las más devastadoras y comunes. Pero si queremos entender el fenómeno de las crisis económicas mundiales, debemos observarlas bajo el principio de que tanto la inflación como su opuesto: la deflación, son distorsiones en los mercados y que ambas, en sus extremos, pueden degenerar en colapsos económicos y catástrofes humanas.
En una crisis deflacionaria hay sobre-oferta de productos y servicios y falta de demanda, o sea, hay sobre-producción y por lo tanto los productos pierden valor. Esta situación provoca que la producción deje de ser rentable, que las empresas quiebren y los empleos se pierdan; las personas sin trabajo ya no pueden consumir, lo cual disminuye aún más la demanda, y así la crisis se profundiza en un efecto de bola de nieve.
¿Bolsa de qué?
El problema del desempleo que eventualmente moldearía el marco económico actual, inició con una caída en la Bolsa de Nueva York (NYSE).
Las bolsas de valores son organizaciones que facilitan la compra y venta de acciones. Las empresas pueden hacerse “públicas” y cotizar en la bolsa por razones estratégicas o de crecimiento. Una empresa que se estructura legalmente como una “corporación” (una palabra cuya raíz del latín es “corpus”, que significa cuerpo o conjunto de personas) es una entidad que puede emitir acciones, además sus dueños tienen responsabilidad limitada, por ejemplo, estos no son responsables legalmente por las deudas de la corporación o sus actos. Todas las corporaciones son empresas, pero no todas las empresas son corporaciones.
Las acciones (cuyo nombre en inglés es shares, un sustantivo derivado del verbo share, que significa compartir) son una forma de propiedad compartida. Los dueños de las acciones son dueños de partes de corporaciones cuyo valor es cotizado en la bolsa valores.
Debemos clarificar cierta ambigüedad que existe cuando una corporación se “hace pública”, ya que esta no pertenece al gobierno directamente, pero deja de ser propiedad privada, o sea, que ya no pertenece a un solo individuo o familia, si no que sus dueños están separados del proceso productivo y su valor se cotiza públicamente. Las corporaciones son cuerpos legales (y psicópatas segun el documental de Mark Achbar) que no caben en la categoría de propiedad privada, ni tampoco en la de pública.
La caída en los precios de la bolsa que ocurrió hace casi cien años se dio luego de una prolongada subida que comenzó durante la primera guerra mundial. En el contexto de la guerra, la producción Europea de bienes de uso común y armamento, fue reemplazada o complementada por producción de origen estadounidense; en consecuencia, la industria y el sector bancario norteamericano crecieron significativamente, alimentadose de la destrucción, los gastos y la demanda que la guerra imponía a Europa.
Para financiar los gastos de la guerra los países europeos se endeudaron con bancos norteamericanos. El capital y el oro empezaron a fluir en grandes cantidades desde el viejo continente hasta las arcas de los grandes bancos estadounidenses. Esa gran cantidad de dinero se multiplicó por el efecto del sistema de reserva fraccionaria, el dinero abundaba y se expandía en forma de créditos de moneda que se usaban para comprar acciones en la bolsa de valores, creando lo que se conoce como una "burbuja especulativa".
Después de la guerra la demanda de productos se redujo. Europa ya no consumía como antes, apenas estaba recuperándose. De pronto había un exceso de producción, una sobre-oferta de productos, un desbalance en el mercado; eran los "felices años 20" en estados unidos y los trabajadores se podían dar muchos lujos materiales, pero la industria no podía seguir creciendo y el precio de las acciones dejó de subir al ritmo al que lo hacía antes.
El mercado estaba flotando en el aire, la bolsa estaba llena de acciones cuyo valor solo se sostenía gracias al crédito del sistema bancario. Era una burbuja flotando y un pequeño grupo de personas tenían el alfiler.
Orden a partir del caos
“I was as secretive—indeed, as furtive—as any conspirator.[…]I do not feel it is any exaggeration to speak of our secret expedition to Jekyll Island as the occasion of the actual conception of what eventually became the Federal Reserve System.”
Antes de 1913 en Estados Unidos, existían diferentes monedas fiduciarias circulando en el país, estas eran emitidas por diferentes bancos de capital privado que funcionaban de forma relativamente independiente. El modelo no era perfecto y lidiar con las tasas de cambio y la credibilidad de las diferentes monedas era un desafío constante; sin embargo, a pesar de sus pormenores, el modelo resonaba con los principios de libertad individual de la constitución de este gran país formado por diferentes estados dotados de cierta autonomía.
Sin embargo existía una pugna política entre este modelo y la propuesta de tener una sola moneda que sería emitida por una entidad financiera central basada en el del Banco de Inglaterra nacido en 1694. Los detractores de esta propuesta estaban al tanto de que el modelo de un banco central aliado con el gobierno inclinaría la balanza de poder hacia estas instituciones centrales y que la moneda respaldada por deuda sería el instrumento para eventualmente convertir a los ciudadanos libres de la joven nación en esclavos de una criatura nacida del imperio del cual habían luchado tanto por independizarse.
La pugna eventualmente se resolvió en cuando un grupo de banqueros, industriales, y políticos utilizaron de manera coordinada su acumulación de poder y recursos para retirar enormes cantidades de capital de la bolsa de manera repentina con el fin de provocar una caída estrepitosa en el valor de las acciones y pánico financiero.
Como resultado directo del "Pánico de 1907", los conspiradores lograron crear suficiente caos e incertidumbre como para que el público reaccionara demandando una solución. Su influencia en el sector de los medios de comunicación canalizó la presión política hacia la regulación y el control financiero por parte del gobierno, lo que se traduciría en la creación de la “Reserva Federal de los Estados Unidos” en diciembre de 1913.
Estos eventos fueron la consolidación de varios intentos anteriores de crear un banco central; sin embargo, la Reserva Federal o FED no sería el fin, si no -el medio- para enrumbar y moldear el sistema económico mundial.
El caos
“They who control the credit of a nation, direct the policy of Governments and hold in the hollow of their hands the destiny of the people.” — Reginald McKenna
A finales de octubre de 1929 los flamantes dólares creados por la Reserva Federal y el sistema bancario a su alrededor eran el aire caliente que hinchaba una nueva y más descomunal burbuja especulativa. Como en una secuela espectacular del “pánico de 1907” el mercado se inflaba con los créditos de los bancos que eran usados para comprar acciones en la bolsa de Nueva York las acciones se habían estado apreciando durante años bajo el amparo de la nueva entidad central.
Esta vez la burbuja reventó cuando la FED subió agresivamente las tasas de interés, de facto restringiendo el acceso al crédito y provocando la caída en los precios de las acciones, la consecuente cascada de ventas y un nuevo pánico en la bolsa. Durante los siguientes tres años el precio de las acciones continuó bajando, evaporando fortunas y llevando al punto de quiebre la finanzas corporativas.
La relación que el estallido de burbujas tiene con la realidad de la clase trabajadora se hizo notar con crudeza cuando las empresas ligadas al mercado bursátil comenzaron a quebrar y el sector productivo empezó a despedir a sus empleados de manera masiva. Al no tener ingresos gran parte de la población no podía comprar productos, lo cual disminuyó aún más la demanda; uno de cada cuatro estadounidenses no tenía trabajo.
La incertidumbre económica hacía que las personas actuaran de manera austera, gastaran poco y los que tenían dinero lo ahorraban para protegerse de futuros azotes de la economía. El dinero circulaba muy lentamente, los productos no se vendían por lo que perdían valor en el mercado, había llegado la “Gran Depresión” y la pobreza ligada a la falta de trabajo fué un trauma que caló profundamente en las personas de la época.
Esta crisis económica no solo afectó a los Estados Unidos, el remolino creado tras el hundimiento de una de las economías más grandes del mundo terminó por arrastrar a la mayoría de los otros centros financieros en Europa y Asia. Alrededor del mundo, las masas de personas sin trabajo se cuestionaron si las premisas del mercado y el capitalismo eran la mejor opción para organizarse y si deberían ser conservadas.
La Gran Depresión obligó al mundo a repensar su orden económico e ideológico y fué el caldo de cultivo para el surgimiento de movimientos sociales que abogaban por cambios radicales, desatando políticas de extremismo y la eventual militarización que llevaría al mundo a una nueva guerra mundial.
El orden
“Regarding the Great Depression. You’re right, we did it. We’re very sorry. But thanks to you, we won’t do it again.” Former Federal Reserve Chairman Ben Bernanke in a speech commemorating Fed critic Milton Friedman’s 90th birthday.
Las corrientes ideológicas económicas predominantes en los tiempos de la gran depresión se habían venido forjando desde finales del siglo XIX y las podemos dividir en dos ejes principales.
El primer eje enfrenta las ideas del liberalismo clásico y neoclasico, que confían en la “eficiencia del mercado” como regulador natural de la economía y consideran las distorsiones por parte de agentes externos como intromisiones que son dañinas para la economía, por lo que la intervención estatal en los mercados debería ser mínima si se quiere conseguir un mercado saludable y empleo abundante.
Al lado opuesto de este eje encontramos el espectro ideológico del comunismo, las cuales explican a través del materialismo histórico y la lucha de clases, que la clase trabajadora se encuentra en desventaja frente a su oponente: la burguesía, poseedora del capital y de los medios de producción que funcionan como herramientas de poder y opresión en contra de los trabajadores. Desde este punto de vista el mercado no representa una arena de competencia imparcial por lo que este debería ser sustituido por un sistema económico organizado de forma colectiva y controlado por burocracias que sustituyeran a la llamada “mano invisible del mercado” que proponen los liberales.
Eje: Mercado Libre - Mercado Controlado
Liberalismo clásico y neoclasico
Socialismo y materialismo histórico
Ideas centrales:
Libre mercado como regulador natural de la economía.
El Estado debía tener una intervención mínima ("laissez-faire").
Confianza en la mano invisible (Adam Smith) y en la eficiencia de los mercados.
Ideas centrales:
Crítica radical al capitalismo, basado en explotación y contradicciones internas.
Defensa de la propiedad colectiva de los medios de producción.
Explicación de las crisis como inevitables dentro del sistema capitalista.
Economistas clave: Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill (clásicos); Alfred Marshall, Léon Walras y Vilfredo Pareto (neoclásicos).
Economistas clave: Karl Marx, Friedrich Engels, Rosa Luxemburgo, Lenin.
El complemento a estas corrientes económicas, era un segundo eje que contrastaba el mundo académico del viejo continente con el pragmatismo de la potencia emergente.
Por un lado encontramos las teorías de la Escuela Austriaca que analizaron el comportamiento individual de las personas y sus motivaciones para tomar acciones de impacto económico; analizaron la manipulación del crédito y los tipos de interés y su relación con los ciclos económicos. Aunque estaban cargadas de gran profundidad filosófica, estas ideas no encuentran tierra fértil en el ecosistema del siglo XX donde los estados, y las corporaciones estaban en un proceso de acelerado crecimiento en tamaño y poder, y donde en comparación, el individuo parecía ser cada vez más insignificante.
El otro extremo de este eje es el Institucionalismo Estadounidense, que abordaba a las crisis del mercado mediante el estudio de los conflictos de intereses entre los actores de la estructura económica existente. Esta corriente proponía reformas pragmáticas al sistema legal y a las instituciones estatales y productivas ya establecidas. La economía
institucional busca influir en los procesos evolutivos de las organizaciones humanas y conseguir transformaciones en la sociedad por medio de la regulación estatal de los consorcios financieros, la industria y de los grandes monopolios.
Eje: Teórico - Práctico
Escuela austriaca
Institucionalismo (en EE. UU.)
Ideas centrales:
Enfatizaban el papel del individuo, la subjetividad del valor y la importancia de la acción humana.
Crítica a la intervención estatal y a la planificación.
Teoría del ciclo económico basada en la manipulación del crédito y los tipos de interés (Mises, Hayek).
Ideas centrales:
La economía no podía entenderse solo en términos abstractos, sino como parte de un sistema social, legal y cultural.
Crítica al exceso de formalismo de la teoría neoclásica.
Son los comportamientos de grupo y no los precios los que deben estar en el centro del análisis económico.
Economistas clave: Carl Menger, Eugen Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises.
Economistas clave: Thorstein Veblen, John R. Commons, Wesley Mitchell.
La conclusión general a la que llegó esta generación de personas es que: si el desorden y la falta de control en los mercados financieros fueron la causa de la crisis económica y el desempleo crónico, la solución debía ser un estado con el poder para poner orden en la economía; un estado grande con instituciones que tuvieran una injerencia profunda en la sociedad y en la vida de las personas, capaz de influir en el mercado y asegurar estabilidad laboral de la clase trabajadora.
La gran depresión había inclinado la balanza y ahora el comunismo (que ya se había instaurado en Rusia) tomaba fuerza en Europa y se fundía en América con las ideas institucionalistas. Para hacer más digeribles las ideas marxistas en el mundo de la política, estas fueron desbastadas removiendo su tono beligerante y renombradas como socialistas. Las instituciones estatales dilataron su tamaño al son de las ideas colectivistas entremezcladas con el emprendedurismo capitalista y la industria.
El auge de las organizaciones de trabajadores perseguía como un espectro a los defensores del libre mercado y al desacreditado sistema liberal. En respuesta, los estados se embarcaron en enormes proyectos sociales, de infraestructura y militares que creaban empleos de manera masiva pero que eran inevitablemente financiados con jugosos créditos.
Paradójicamente los grandes bancos fueron de los principales benefactores a la hora de solucionar la crisis que ayudaron a crear y se les otorgó un ascenso y una silla en el olimpo estatal. El sector bancario ahora formaba parte del amarre (o fascio como lo relacionaron en Italia) de la burocracia pública y la industria corporativa.
Consumo, el antidepresivo financiero
En otras palabras, somos un Estado que controla todas las fuerzas que actúan en la naturaleza. Controlamos las fuerzas políticas, las fuerzas morales y las fuerzas económicas; por lo tanto, somos un Estado corporativo en toda regla.
Benito Mussolini
La mezcla resultante de las teorías económicas de este momento histórico finalmente encontró homogeneidad cuando fueron metódicamente desarrolladas en la obra más destacada del economista británico John Maynard Keynes. Escrita en 1936 y fuertemente influenciada por el contexto de la gran depresión, la “Teoría general del empleo, el interés y el dinero” relaciona la economía monetaria de intereses y liquidez con la economía real de producción, inversión y consumo.
Aunque no lo sabía, el imperio britanico “donde nunca se pone el sol” estaba a punto de pasar la batuta del control de los mares y el mercado global, sin embargo la obra de este economista Inglés pronto sería la base de razonamiento matemático y la justificación lógica y moral del sistema económico en gran parte del mundo.
La ideología económica keynesiana considera las distorsiones y crisis del mercado como inherentes al sistema financiero y por lo tanto argumenta que cuando estas ocurran el gobierno debe tomar las medidas necesarias para mitigar los efectos de las caídas del mercado mediante el aumento de la demanda. Dicho de otra manera, en caso de una caída en el mercado similar a las de 1907 o 1929 el estado debe comprar las acciones del mercado utilizando fondos públicos para evitar el dominó de ventas, liquidaciones, caos financiero, quiebras, despidos, etc.
En Estados Unidos el sector financiero y el estado trabajarán codo a codo, la Reserva Federal podrá ser llamada a imprimir e inyectar dinero a la economía a través del sistema bancario con el fin de amortiguar caídas bruscas del mercado cuando fuera necesario.
Por supuesto los bancos centrales y su capacidad de variar la oferta monetaria son fundamentales en este sistema económico, ya que el dinero fiat representa una fuente infinita de demanda para el mercado. En la economía keynesiana la depreciación de la moneda funciona como un incentivo para que el trabajador gaste su dinero lo antes posible, osea es un catalizador para el consumo y por lo tanto la producción y el empleo.
Además, dentro esta lógica, la inflación causada por la impresión de dinero se percibe como una característica positiva, ya que la pérdida constante del poder adquisitivo a largo plazo, desalienta el espíritu ahorrador de las personas y las obliga a invertir en los mercados. Esta sería la fórmula para evitar las crisis del mercado y garantizar la anhelada estabilidad laboral y el bienestar de los trabajadores.
El combustible de este sistema es el consumo constante, el cual estará ligado a la capacidad de los bancos centrales de imprimir cantidades cada vez mas grandes de dinero fiat para mantener la demanda, la estabilidad del sistema financiero y el crecimiento perpetuo de la economía.
El sentido original de la palabra -consumo- es por supuesto agotar, extinguir, destruir o dar fin a algo. A pesar de los enormes gastos, incentivos, y programas estatales que se iniciaron en esos años con el fin de reactivar la economía, la gran depresión sólo vió su final cuando se activó nuevamente la fuente de consumo por excelencia, la guerra.
La segunda Guerra Mundial reactivaría la economía estadounidense de la misma manera que hizo la primera. Nuevamente el sector bancario y la industria crecerían desmesuradamente en tamaño y poder y el sistema económico keynesiano, junto con la ideología de consumo, serían el modelo para las economías del mundo... ¿capitalista?.
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